Mamá al desnudo

 

¿Por qué no mostrar la piel cuando eres mayor? ¿Por qué esconder la flacidez, las manchas o las arrugas? ¿A qué tapar y avergonzarse? ¿Por qué aplaudir un mundo que solo valora la juventud y la belleza? ¿A qué cuento esclavizarse para luchar contra el paso del tiempo? ¿Acaso no consiste la belleza en mostrarnos tal y como somos, en aceptarnos y sabernos únicos? ¿No sería más sabio admirar a nuestros mayores?

Considero a mi madre una mujer bellísima. No lo canso de repetir. Y su belleza estriba en su valentía, su coraje, su sabiduría, su tesón, su fuerza y su energía. Siempre lo recalco. También me fascinan su mirada, intensa y directa; su sonrisa, pura luz; y su piel, suave y luminosa. Cuando escogemos los estilismos para Los jueves con Mamá, solemos debatir entre las tres qué prendas se pondrá esa semana. Y suele haber diferentes puntos de vista, una atiende al estilo propio, otra al look que causará más impacto y otra a lo más adecuado para la edad.

– Ese vestido es demasiado escotado para mamá-, dice Vane.

– ¿Y? Mamá tiene un escote precioso. ¿Dónde está el problema? -, pregunto yo.

– ¿Muy escotado? A mi no me lo parece -, afirma mi madre.

– Ay, no sé. Hacer lo que queráis, yo solo doy mi opinión -, añade mi hermana.

Finalmente, mamá y yo optamos por el vestido escotado y mamá sale guapísima. Y finalmente, también, Vane admite que el vestido le queda genial y que ha sido un acierto.

Cuando estoy al otro lado de la cámara, no pienso en que estoy haciendo una foto a una mujer de 81 años enseñando el escote. Pienso en la luz, en el encuadre, en la composición y en la postura que ha de poner mi madre para que tanto ella como el estilismo luzcan lo más increíble posible. Exactamente igual que si la modelo fuera mi hija, que tiene 19.

 

Hace años, alguien sugirió en la tienda que no es conveniente que una mujer mayor sea modelo de un comercio de moda porque podría perder a las clientas jóvenes. «¿Cómo una chica va a querer comprarse el vestido que lleva una vieja?». Esa frase me quedó grabada y me indignó.

Desde abril de 2019, que nació Los jueves con Mamá, precisamente con el claro propósito de dar valor a las mujeres de más edad y a reivindicar su posición en el mundo de la moda, la sección ha ido creciendo paulatinamente y mamá se ha convertido en el principal reclamo de El antiguo Iriarte. No sé realmente por qué. Quizás, porque en ella todas vemos a nuestras madres, porque se muestra tal y como es, porque contamos lo que pasa detrás de la cámara tal cual, sin filtros, porque el estilo y el buen gusto no están reñidos con la edad y porque está claro que una cosa son los años y otra el espíritu. Y éste puede ser más joven a los 80 que a los 20.

Y está demostrado: las chicas sí quieren comprar lo que viste mamá.

En 2015 se me ocurrió una campaña para promocionar nuestros bolsos y nuestros zapatos. El eslogan era «El antiguo Iriarte, los complementos que más visten» y la imagen (realizada por el fabuloso fotógrafo Nacho Vela) la protagonizaba yo, desnuda (o no), sentada en un taburete, en la barra del bar Prida, con un gran bolso tapando parte de mi cuerpo y calzada con unos tacones. Es una foto impactante y preciosa, con una luz espectacular, de la que guardo un grato recuerdo. Y, precisamente recordándola, se me ocurrió que estaría genial repetir el concepto cambiando el escenario y a la modelo. Buscar esa misma belleza y esa luz en otra piel, una piel madura y hermosa, una piel que no hay que esconder porque es nuestro mapa y nuestro diario de viaje; y en otra mujer, muy distinta a mí y a la que yo más amo.

 

 

Hablé primero con mamá. Busqué la imagen en Facebook y le pregunté:

-¿Te atreverías a hacer algo así?

Mamá miró la foto. Luego me miró a mí.

– ¿Ya estás? ¿Otra vez buscando una vuelta de tuerca a todo? ¿No te estarás pasando un poco?

– No, mamá. Piénsalo unos minutos. Tienes una piel preciosa, canso de decírtelo. Y, de alguna manera, me encantaría que hicieras una foto así para acabar con los prejuicios, para mostrar tu cuerpo sin pudor y reivindicar que por el hecho de ser mayores no tenemos que escondernos ni ocultar nuestra piel, que podemos ser bonitas y atractivas a cualquier edad. ¿Cuántas clientas nos piden vestidos de manga larga para tapar la piel flácida de los brazos? ¿Y cuántas nos dicen que no quieren enseñar las rodillas? Huyen de las prendas que marquen la barriga, ¿verdad? ¿Y cómo piden muchas los jerséis o las camisas? Largos y sueltos «porque ya no tienen edad».

– Sí, tienes razón.

– Yo entiendo que todas busquemos aquello con lo que nos sintamos más cómodas y favorecidas. Yo, la primera. Pero también hay una parte importante de prejuicio, de que a cierta edad no se puede llevar tal o cual cosa porque queda feo, porque no está socialmente admitido. Ya tienes unos años y, claro, ya no es «adecuado». Tu nunca has sido así. Tú estás orgullosa de tu cuerpo, eres coqueta, te gusta presumir y siempre te has atrevido con todo. ¿Te atreves con esto?-, argumenté.

– Pues sí. Visto así tienes toda la razón y sí, me atrevo.

– ¿Estás segura?-, insistí.

– Totalmente-, sentenció rotunda.

Con Vane, la argumentación fue más dura. De primeras, no le pareció una buena idea y, aunque fue entrando por el aro, no las tenía todas consigo. Incluso ahora, que estoy escribiendo esto y que se publicará ya, tiene alguna reticencia. ¿Miedo al qué dirán, a hacer algo incorrecto, a que no sea atractivo?

Esto mismo, estoy segura, ocurrirá entre vosotras y vosotros, cuando veáis estas imágenes. Se creará debate, habrá controversia. ¿Es bonito o no es bonito mostrar tanta piel de una mujer de edad en una fotografía? Mientras siga habiendo este debate, malo. Los prejuicios seguirán ahí. Ya véis, entre nosotras mismas, ha habido discrepancias.

Encargamos el trabajo a Ángela Cislán, amiga y gran fotógrafa, y escogimos un lugar tranquilo y que diera juego (por el espacio y la luz) para realizar la sesión. Enrique Pinín, pintor y escultor, nos cedió su estudio. Un taburete, una pared gris y un gran bolso (un tote bag de piel el color verde caza de la colección Mellow de Mandarina Duck) fueron los únicos elementos que salen en imagen para que nada restara protagonismo a mamá. En cuanto la modelo se quitó el albornoz y miró a cámara, empezó la magia. Ángela no daba crédito de la profesionalidad y la fotogenia de mami y yo, simplemente y por una vez, lo viví todo como espectadora, disfrutando de ese momento único y maravilloso que recordaré mientras viva.

Fue rápido. Yo no quería que mamá cogiera frío (aunque hacía un calor de mil demonios) y ella, como de costumbre, no falló. En diez disparos, teníamos el trabajo.

Ya relajadas, charlando distendidamente, con la sesión terminada, Ángela nos hizo esta foto. Ahí estamos, la esencia de Los jueves con Mamá, la protagonista y la artífice. No os podéis imaginar lo afortunada que me siento por trabajar mano a mano con mi madre cada semana, la de momentos inolvidables que nos está brindando, las oportunidades que tenemos para conocernos más y la certeza de que es muy hermoso admirar a la gente que amas y a mí, mi madre, me tiene absolutamente cautivada. No hay mujer más valiente. Y más bella ¡Buen jueves!