Dice El Emocionario, un libro maravilloso que explica a los niños cómo es cada emoción, que la ilusión nos acerca a nuestras metas y sueños y nos proporciona felicidad y alegría. Estos días de confinamiento y encierro, que nos sentimos enjaulados, coartados en nuestra libertad, impotentes ante la falta de actividad y con miedo e incertidumbre ante lo que vendrá, que por mucho experto que hable en la tele, creo que nadie sabrá con certeza lo que vendrá porque nunca antes se había producido parálisis del mundo tal. Pues estos días, decía, a mí hay un algo que me mueve y que, llamadme ilusa o inconsciente, me produce hasta cierta euforia. Y no es otra cosa que eso, la ilusión. Ese motor.
Somos autónomas, seguimos teniendo gastos, acumulamos facturas de mercancía que ya está en la tienda, parada en un almacén, no hemos recibido ni un euro de ayuda del Gobierno y sí hemos pagado nuestras cuotas de impuestos. Nadie sabe cómo ni cuando volveremos a la normalidad, peleamos porque nuestros mayores estén a salvo y cuidados y vivimos la incertidumbre como una segunda piel. Me engañaría si no confesara que vivo con un nudo en el estómago que hace que, por el momento, no me hinche a patatas fritas ni a cerveza y que mantenga mi peso. Y es que no me entra.
Pero entre todo ese cumulo de emociones inciertas y desquiciantes en muchos momentos, surge con fuerza, con mucha fuerza, esa otra que me hace sonreír, que hace que me levante cada mañana y que logra sentarme ante esta pantalla a escribir, a publicar fotos, a contaros cómo estamos y a sentir que más que nunca me muero de ganas de trabajar. Sí, somos autónomas. Hoy más pobres y con más miedo que hace un mes. Pero, al tiempo, con una certeza que quizás por entonces no sentía tan clara: amo mi trabajo. Quiero a esa tienda, a ese Antiguo Iriarte, como a un hijo. Es donde os he conocido a la mayoría de quienes leéis estas líneas, donde doy rienda suelta a toda mi creatividad, donde disfruto poniendo escaparates, donde puedo hacer feliz a una persona asesorándola para que se vea más bonita, para que se guste, donde convivo con mi madre y con mi hermana intentando siempre dar lo mejor de nosotras mismas, donde hago vida de barrio en un barrio maravilloso. Y como al ser amado, estoy deseando volver a verla, a reencontrarnos con ilusión y a trabajar. Qué ganas de cambiar escaparates, de sacar el polvo a las estanterías y mostrar los bonitos zapatos que han llegado para esta temporada, de días largos y luminosos. Cuántas ideas se me amontonan en la cabeza, cuantas ganas de veros, de contaros pero, sobre todo, de que me contéis, cuántas ganas de vestirme, de escoger qué me pondré cada mañana, de vestiros.
Y la ilusión, ese motor, hace que todos los días al despertar lo primero que haga sea seleccionar una foto de mi archivo para publicar en Facebook y en Instagram. El por qué elijo una y no otra va en función de varios factores. A veces, la elección la dicta mi estado de ánimo. Otras el día que hace, si llueve o hace sol, si hace calor o frío. A veces, es el color de la ropa el que me mueve. Hay días azules y días blancos o amarillos. También negros, que para todos hay un lugar y así está bien. También tengo en cuenta quienes protagonizamos el estilismo. Los jueves son de mamá y el resto de los días alterno entre Vane, Lu o yo, para que ninguna cope el protagonismo y canse a la audiencia. Entre unas y otras, cuelo algún bolso o algún zapato que permita admirar los detalles y la belleza de los artículos. También alterno las marcas, que todas tengan visibilidad y espacio.
Tras esta operación, desayuno con mi hija o con mis padres, depende de que en qué casa esté puesto que mi padre no tiene movilidad y hay que estar con él las 24 horas. Alterno una semana en cada una. Y luego, contesto. No dejo un solo comentario sin respuesta. Sois muchas las que escribís (permitidme que use el femenino plural porque la mayoría sois mujeres, ya que la tienda es de mujer, pero algunos hombres también interactúan y nos encanta), las que dais vuestra opinión sobre el estilismo, las que nos animáis a seguir y nos aseguráis que todo volverá a la normalidad, las que os comprometéis a venir a comprar cuando todo esto pase, las que ya nos habéis hecho encargos en firme e, incluso, abonado mediante transferencia vuestra compra pese a que no la recogeréis hasta ¿mayo?. También nos ha ocurrido que las personas (y no las instituciones) nos han brindado su ayuda. Como nuestra casera que, de motu propio, nos ha reducido considerablemente el alquiler, o los dueños de las fábricas, que han pospuesto el pago de las facturas hasta que la situación mejore. Eso sí son acciones claras y efectivas. De esas que te hacen confiar en el ser humano.
Entonces me vengo arriba. La queja es razonable y en estas circunstancias totalmente legítima pero no me lleva a ningún sitio. Sí, estoy asustada, pero nos habéis hecho, nos hacéis, sentirnos tan apoyadas, tan comprendidas y tan queridas, que la queja ha quedado en segundo plano frente a la ilusión, a la esperanza, a las ganas de trabajar y a la alegría.
Tenemos a las mejores clientas que se puede tener. Os tenemos a vosotras. Y de vuestra mano, estamos venciendo el miedo. Gracias por mantenernos en pie. Saldremos de esta. Y no será gracias al Gobierno. Será gracias a vosotras, a nuestro trabajo y a la ilusión. Ese motor. Por eso, seguiremos publicando, escribiendo, soñando y sonriendo.
c/ Magdalena, 24
Oviedo (Asturias)
33009
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