Ocho días antes del comienzo de las rebajas, una señora se interesó en la tienda por unas sandalias de Pons Quintana. Eran caras, cerca de 200 euros. Se las probó y le chiflaron. Me preguntó si le podía hacer ya el descuento. “Lo siento muchísimo pero no puedo. Para que a nosotras nos salgan las cuentas tenemos que vender nuestra mercancía a su precio normal en temporada, respetar las fechas de las rebajas y aplicar un descuento progresivo. Si yo le vendo hoy estas sandalias a precio rebajado, estoy perdiendo ocho días de venderla a su precio normal. Si viene a por ellas el próximo sábado en vez de el lunes (que empiezan los saldos), yo ya le aplico el descuento”, le sugerí.

-Me parece justo y lo entiendo perfectamente. Vivo en el otro extremo de Oviedo pero volveré el sábado porque me encantan. Espero que siga habiendo mi número-, dijo.

Así quedó la cosa. Durante la semana, nadie preguntó por esas sandalias en su número y el viernes se las aparté por si el sábado cumplía su palabra y venía a por ellas. Ya que se mostró comprensiva, consideré que estando tan cerca la fecha acordada podía guardárselas un día antes. Se lo merecía. El sábado a primera hora se presentó en la tienda. “Vengo a por mis sandalias. ¿Las tienes aún?”, preguntó. “¡Claro! Ya te las aparté ayer para que no te quedaras sin ellas. Muchas gracias por cumplir y por respetar nuestros plazos”, le conteste feliz, con una sonrisa de oreja a oreja.

Ella las logró más económicas pero respetó nuestros plazos y dio valor a nuestra mercancía y a nuestro trabajo. Maravilloso. Os cuento esto porque en numerosas ocasiones los consumidores abusan de confianza y aprietan a los pequeños comercios con continuas peticiones de descuentos o acusaciones injustas del tipo “¡qué caro lo tienes todo!” Nosotras tenemos una tienda con un determinado producto que tiene una calidad y un valor. Ni somos un mercadillo, donde se estila el regateo, ni “tenemos todo caro”, nuestra mercancía también nos es cara a nosotras pero hemos optado por la diferencia y la calidad. Si no quieres o puedes pagarlo, nos parece genial y totalmente respetable, pero no viertas sobre nosotras juicios ni descalificaciones. La señora de las sandalias mostró empatía y actuó con comprensión y honestidad. Gracias.

Llevamos 55 años en activo gracias al trabajo, la ilusión, la honestidad y, sobre todo, a vosotras y a vosotros (padres, hermanos, novios, amigos, hijos o compañeros que compráis para ellas), nuestros clientes, porque:

-Respetáis y valoráis nuestro trabajo y la calidad de nuestros artículos.

-Respetáis nuestra política de precios y las fechas de las promociones (pensadas para que el negocio pueda subsistir y no para el enriquecimiento de nadie).

-Nos premiáis cada año con vuestra fidelidad, ya sea en temporada o ya sea en rebajas, que sabemos que cada bolsillo también tiene sus pautas y sus ritmos.

-Nos apoyáis participando en campañas y formando parte de nuestra historia.

-Alabáis nuestro gusto comprando para vosotras y asesorándoos.

-Entendéis que la calidad tiene un coste y que nunca ha sido más cierto eso de que “no hay duros a tres pesetas”.

Gracias a vuestra confianza seguimos aquí, pese a que las rebajas se han desvirtuado por los descuentos y las promociones continuas, las estrategias de los grandes gurús del bajo coste (aunque cada día es menos bajo), los cambios en los hábitos de consumo, la venta por internet y el cambio climático. Sí, habéis leído bien, hasta el clima va en nuestra contra. Cada vez cuesta más vender un abrigo en su temporada porque el calor llega casi en el otoño y el frío en la primavera.

Las rebajas nacieron en Estados Unidos (¿cómo no?) allá por 1930 y llegaron a España diez años después de la mano de Sederías Carretas. El objetivo de esta práctica comercial era que el empresario aligerara su almacén tras el inventario anual ofreciendo su stock a un precio más bajo. Casi un siglo después, el cometido de las rebajas sigue siendo el mismo. Lógicamente, el margen de beneficio es mucho menor, de ahí que se realicen dos veces al año y en unas fechas determinadas. Sin embargo, con la liberalización del calendario de saldos, en 2012, los pequeños comercios andamos con la lengua fuera ¿Cómo competir con los grandes distribuidores de moda, que también son fabricantes, y las fechas y promociones que nos imponen?

Y otra cosa. ¿Nunca os preguntáis qué se hace con tanta ropa? Igual es una sensación mía pero juraría que las prendas se reproducen en los grandes almacenes durante las rebajas. ¿Lo venden todo? ¿Qué hacen con ella después? ¿Somos tanta población para toda esa mercancía? ¿Dónde se fabrica y en qué condiciones? ¿Ese exceso de producción qué consecuencias medio ambientales tiene?

La supervivencia de los pequeños negocios (que damos vida y luz al barrio) depende de que los consumidores seamos responsables y coherentes comprando. Estaría bien que se volvieran a fijar los períodos de rebajas y que se terminaran las prácticas del descuento continuo. Pero si los gobernantes no lo hacen, pensad al menos en lo que queréis aportar vosotros. Gracias por valorarnos y por seguir ahí.